Reforzar sistema inmune o inmunologico.
Nuestro organismo está expuesto constantemente a la potencial invasión de numerosas sustancias patógenas que pueden llevarnos a enfermar:
- Virus
- Bacterias
- Hongos, etc.
Hay signos, como pupas en los labios, cansancio mayor del habitual, heridas que tardan en cicatrizar, dolores musculares sin haber practicado ejercicio o fragilidad del cabello, que delatan que las defensas de nuestro organismo están bajas.
Si bien lo ideal sería evitar, en la medida de lo posible, hábitos y situaciones que puedan debilitar nuestro organismo, una alimentación adecuada también puede ayudarnos a superar épocas duras, pues permite reforzar el sistema inmunológico, que nos protege de bacterias, virus y otros organismos patógenos.
Aparentemente la ingesta energética tiene una manifiesta influencia en la actividad inmunológica, tanto por exceso como por defecto de calorías.
El aporte excesivo de energía puede afectar a la capacidad del sistema inmunológico de combatir infecciones, por lo que la obesidad está ligada a una mayor incidencia de enfermedades infecciosas.
Además, las personas obesas son más propensas a desarrollar enfermedades cardiovasculares que, a su vez, están relacionadas con alteraciones de la función inmunológica.
Pero también las personas desnutridas presentan un mayor riesgo de contraer infecciones, al igual que quienes siguen regímenes de adelgazamiento de menos de 1.200 calorías al día u otros de mayor número de calorías pero desequilibrados, ya que esas dietas pueden hacer disminuir la función inmunológica.
La reducción de las grasas en la dieta no sólo es fundamental para controlar el peso, sino también para el óptimo funcionamiento del sistema inmunológico.
Parece ser que las dietas ricas en grasa reducen la respuesta inmunológica, aumentando así el riesgo de infecciones.
Por lo tanto, si se reduce el contenido de grasa en la dieta, la actividad inmunológica aumenta.
No obstante, no es sólo una cuestión de cantidad, la procedencia o calidad de las grasas que introducimos en nuestra alimentación cotidiana también es importante.
Conviene incluir en nuestra dieta pescado azul, frutos secos, aceite de oliva y girasol o soja o aceite de linaza para asegurar un aporte equilibrado de diferentes grasas esenciales para la salud.
Consumir regularmente productos lácteos fermentados -como yogur o kefir- contribuye, asimismo, a aumentar las defensas inmunológicas.
De hecho, hay estudios que demuestran que quienes toman regularmente leches fermentadas presentan, además de una mayor resistencia a los microorganismos que provocan las intoxicaciones alimentarias, un mejor estado del sistema inmunológico.
Finalmente, el mantenimiento en condiciones del sistema inmunológico requiere un consumo constante de todas las vitaminas y minerales necesarios.
Para ello, hay que asegurarse de seguir una dieta equilibrada que incluya variedad de alimentos en las cantidades adecuadas.
Afortunadamente, el cuerpo humano dispone de un sistema altamente sofisticado que le permite ofrecer resistencia frente a esos agentes extraños:
El Sistema Inmune (o Inmunitario).-
En él se encuentran las defensas específicas, llamadas así porque utilizan células específicas en la defensa del cuerpo.
Es el caso de los linfocitos T en la respuesta celular y de los linfocitos B en la respuesta humoral.
Ambos tipos de linfocitos tienen además la propiedad de que, una vez activados, guardan "memoria" del agresor o antígeno por lo que si alguna vez el mismo antígeno ataca de nuevo, el sistema inmune lo reconoce actuando de inmediato contra él.
¿Que son los antígenos?
Pues se llama así a toda sustancia extraña que penetra en el organismo y que cuando es identificada como ajena al cuerpo induce en éste la formación de anticuerpos, sustancias naturales que las inactivan.
También conocidas como inmunoglobulinas (abreviadamente " iG") han sido descubiertas nueve tipos distintos en el ser humano:
- una de las clases B, C, D, E y M.
- cuatro de la clase G.
- dos de la A.
En el sistema inmune existen también defensas inespecíficas, capaces igualmente de responder frente a la acción de los microorganismos pero de diferente forma ya que actúan cuando éstos intentan penetrar en el cuerpo traspasando la piel y las membranas mucosas -lo que no es fácil porque además de una barrera física son ricas en células recolectoras de desechos y anticuerpos IgA.
Es el caso de los fagocitos, llamados así porque se encargan de fagocitar -es decir, de engullir- a los microorganismos agresores.
Desde el punto de vista de la Nutrición Ortomolecular el buen estado del sistema inmune es absolutamente decisivo para tener buena salud.
De ahí que debamos tener siempre muy en cuenta los múltiples factores externos que pueden afectarle:
- estrés prolongado, dietas inadecuadas
- cambios bruscos de temperatura
- falta de sueño
- actitudes y emociones agresivas
- consumo de fármacos, etc-
- la dieta.
Por la dieta ya que a través de ella a fin de cuentas como obtenemos las sustancias indispensables que necesita el sistema inmune para funcionar correctamente.
En cuanto a los principales grupos de patologías que hoy se asocian con la inmunodepresión -es decir, con un sistema de defensas bajo- son éstas:
-Los trastornos gastrointestinales.
-Las infecciones por hongos, bacterias, virus, etc.
-Las infecciones reincidentes.
-Las alteraciones del sueño.
RECOMENDACIONES DE CARÁCTER GENERAL:
Para tener siempre altas las defensas es preciso adoptar costumbres saludables como:
1º) Dormir suficiente tiempo cada noche. El sueño no se recupera.
2º) Realizar de forma regular actividad física de intensidad moderada (caminar a paso ligero, nadar, bicicleta, etc.)
3º) Seguir una dieta alimenticia saludable y equilibrada.
- Evitar la obesidad ya que está directamente relacionada con la inmunodepresión.
- Aumentar el consumo de frutas y verduras.
- Reducir -mejor, eliminar- la ingesta de comida basura, comida precocinada, congelada o rica en grasas.
- Reducir el consumo de azúcar y harinas refinadas.
- Reducir o eliminar la ingesta de bebidas alcohólicas, gaseosas o estimulantes.
- Reducir o eliminar los alimentos fritos.
- Evitar el consumo de excitantes, " drogas, tabaco, alcohol, etc. "
- Seguir una dieta variada, basada en alimentos frescos y ricos en vitaminas y minerales.
- Cuando la dieta no es equilibrada, cabe la posibilidad de recurrir a complementos dietéticos, siempre bajo la prescripción de un profesional, teniendo en cuenta que al mismo tiempo se deben mejorar progresivamente los hábitos alimentarios.
4º) Tomar baños de agua a temperatura alterna (fría, caliente) que estimulan la circulación sanguínea y linfática y fortalecen el organismo.
5º) Emplear, si es necesario, plantas medicinales que ayudan a reforzar la inmunidad (equinácea, tomillo, escaramujo, ajo, hojas de grosello negro, espino amarillo, etc.).
6º) Aprender a llevar un ritmo de vida más relajado y a evitar el estrés, uno de los principales enemigos de nuestro sistema inmune.
INFLUENCIA EN EL INTESTINO:
Debe saber que la mayor parte de los problemas de tipo inmune se deben al maltrato dado al sistema digestivo por una alimentación inadecuada -con escasez de fibra y exceso de alimentos fritos y grasas saturadas- así como a la ingesta de café, leche, azúcar y alcohol, a lo que hay que unir el consumo elevado de antibióticos, corticoides, laxantes, inmunodepresores, etc. y las infecciones intestinales.
Es más, debido a su tamaño y características -entre ellas, la numerosa población bacteriana- el colon se encuentra sometido a una exposición antigénica elevadísima.
Por eso no debe sorprender que sea el órgano con mayor dotación inmunitaria: su membrana mucosa es la barrera que evita la acción de multitud de sustancias.
Las Placas de Peyer -formadas por tejido linfoide muy similar al de los ganglios y situadas en el intestino- son también elementos decisivos para el sistema inmune.
Ese tejido linfoide está formado casi exclusivamente por linfocitos B y casi todas estas células expresan sobre su membrana una gran cantidad de receptores para antígenos (BCR) que son monómeros de IgM.
ALIMENTOS PERJUDICIALES:
Los alimentos más perjudiciales para mantener en estado óptimo nuestras defensas son conocidos y deben evitarse como:
-La carne roja.
Contiene gran cantidad de sustancias tóxicas que no favorecen precisamente al sistema inmune. La grasa animal es especialmente nociva ya que inhibe la formación de linfocitos.
-Las bebidas alcohólicas.
Actúan como depresores de multitud de funciones orgánicas. Su consumo frecuente favorece la inmunodepresión.
-El azúcar blanco.
Su consumo elevado incapacita al organismo para defenderse frente a las agresiones.
-El café. Puede reducir la capacidad de respuesta inmunitaria.
-La leche animal.
La leche animal algunos investigadores la desaconsejan para el consumo humano.
ALIMENTOS SALUDABLES:
Al igual que hay alimentos que deprimen el sistema inmune hay otros cuyo consumo habitual eleva especialmente las defensas, en general se habla de la dieta mediterránea.
Pero además se recomienda la ingesta de:
-La seta Shiitake.
Se trata de una seta asiática que contiene un principio activo denominado lentinina de intensa acción estimulante sobre el sistema inmune.
Se sabe que esa sustancia mejora la respuesta biológica y revitaliza el funcionamiento de los macrófagos y de las células T.
-El ajo.
Estimula la potencia de los linfocitos T.
Además está demostrado que su ingesta aumenta significativamente el número de células asesinas naturales y recientemente hay estudios que aconsejan su ingesta para combatir el reuma.
-Las frutas y verduras crudas.
Por su contenido en vitaminas, minerales y fitonutrientes.
Sobre todo aquellas con actividad antioxidante y revitalizante.
-Los probióticos.
Son inmunoestimulantes e inmunomoduladores.
Nutrientes directamente relacionados con el sistema inmunológico.
Fuentes alimentarias:
Guayaba, kiwi, mango, piña, caqui, cítricos, melón, fresas, bayas, pimientos, tomate, verduras de la familia de la col, frutas y hortalizas en general.
Vitaminas en la fuentes alimentarías:
Vitamina A:
Representa un papel esencial en las infecciones y en el mantenimiento de la integridad de la superficie de las mucosas (barreras naturales contra las infecciones).
- Fuentes alimentarias de vitamina A:
- Presente en el hígado, mantequilla, nata, huevo y lácteos completos.
- Juega un papel fundamental en el mantenimiento de la piel y las mucosas; además estimula la función linfocitaria, la actividad antitumoral e incrementa la respuesta mediada por anticuerpos.
- Es especialmente recomendable en el caso de infecciones.
Fuentes alimentarias de beta-caroteno:
Cuando el organismo lo requiere, se transforman en vitamina A.
Presente en verduras de color verde o de coloración rojo-anaranjado-amarillento y algunas frutas (albaricoques, cerezas, melón y melocotón…).
Vitamina B.
Se han descrito alteraciones del sistema inmunológico asociadas al déficit de vitaminas del grupo B.
La carencia de ácido fólico o vitamina B9 suprime la respuesta de algunos linfocitos, lo que a su vez se acompaña de una disminución de anticuerpos (sustancias que luchan contra los gérmenes y tóxicos).
El ácido fólico.
Se encuentra mayoritariamente en la verdura de hoja verde, legumbres verdes, frutas, cereales de desayuno enriquecidos e hígado, y la vitamina B12 abunda en el hígado y el marisco, pero también está presente en alimentos como carne, pescado, huevos y productos lácteos.
También se sabe que las deficiencias de tiamina o B1, riboflavina o B2, ácido pantoténico o B5, biotina o B8 y cianobalamina o B12, pueden disminuir la producción de anticuerpos.
El complejo vitamínico B aparece en la mayoría de alimentos de origen vegetal (verduras, fruta fresca, frutos secos, cereales, legumbres) y en los de origen animal (carne y vísceras, pescado y marisco, huevos y en los productos lácteos).
-Vitamina B1.
Es interesante considerar esta vitamina en los casos de fiebre recurrentes y otros trastornos del sistema inmune débil.
-Vitamina B6.
Tanto la inmunidad mediada por anticuerpos como la inmunidad celular mejoran con esta vitamina, sobre todo en los casos de infecciones virales y bacteriales.
Su carencia disminuye los niveles de células T.
-La vitamina B12:
Abunda en el hígado y el marisco, pero también está presente en alimentos como carne, pescado, huevos y productos lácteos.
También se sabe que las deficiencias de tiamina o B1, riboflavina o B2, ácido pantoténico o B5, biotina o B8 y cianobalamina o B12, pueden disminuir la producción de anticuerpos.
Vitamina C:
Aumenta la producción de interferón (sustancia celular que impide a una amplia gama de virus provocar infecciones), por lo que la inmunidad se puede potenciar.
Además, esta vitamina es necesaria para formar colágeno, un componente esencial de las membranas de las células, por lo que la vitamina C contribuye al mantenimiento de las barreras naturales contra las infecciones.
Existen multitud de pruebas que indican que la vitamina C es esencial para el buen funcionamiento del sistema inmunitario.
En los mecanismos de éste intervienen ciertas moléculas -principalmente moléculas de proteínas- que se encuentran en solución en los fluidos del cuerpo así como en determinadas células.
La vitamina C actúa tanto en la síntesis de muchas de estas moléculas como en la producción y funcionamiento adecuado de las células.
- Fuentes alimentarias:
Guayaba, kiwi, mango, piña, caqui, cítricos, melón, fresas, bayas, pimientos, tomate, verduras de la familia de la col, frutas y hortalizas en general.
Los Flavonoides:
No se consideran nutrientes, son sustancias propias de plantas (colorantes) de acción antioxidante.
Están presentes en numerosos vegetales, algunos de los cuales potencian la acción de la vitamina C.
- Fuentes alimentarias:
Verduras de la familia de la col, verdura de hoja verde, frutas rojas, moradas y cítricos.
Vitamina E.
Es un estimulante de la inmunidad mediada por anticuerpos o por células.
Diversos estudios han demostrado que aumenta la respuesta inmunológica (se administró 200 mg/día de la vitamina E, a personas que no seguían una alimentación sana y con defensas bajas, y su respuesta inmunológica mejoró notablemente).
- Fuentes alimentarias:
Aceite de germen de trigo, aceite de soja, germen de cereales o cereales de grano entero (pan, arroz y pastas alimenticias integrales, etc.), aceites de oliva (principalmente, el virgen extra de primera presión en frío), vegetales de hoja verde y frutos secos.
Hierro:
El déficit de hierro es relativamente frecuente y afecta principalmente a jóvenes y embarazadas; disminuye la proliferación (multiplicación y crecimiento) celular y la respuesta inmunológica.
- Fuentes alimentarias:
El hígado, carnes (especialmente la de caballo), pescado, huevo y, en menor proporción, lácteos.
Zinc:
La carencia de cinc es relativamente frecuente en niños, mujeres embarazadas, madres lactantes, ancianos y personas vegetarianas o que realizan dietas bajas en calorías.
El consumo habitual de tabaco también se puede considerar factor de riesgo de déficit.
Su carencia influye en el sistema inmunológico y afecta fundamentalmente a órganos linfoides (que producen linfocitos) y a la respuesta inmunológica.
- Fuentes alimentarias:
Mariscos, hígado, semillas de calabaza, quesos curados, legumbres y frutos secos, cereales completos, carnes, pescados, huevos y lácteos.
Selenio:
El déficit de selenio afecta a la inmunidad, estando disminuida, entre otros, la actividad bactericida, la respuesta de los anticuerpos frente a ciertos tóxicos y el desarrollo de linfocitos.
- Fuentes alimentarias:
Carne, pescado, marisco, cereales, huevos, frutas y verduras.
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